viernes, 20 de julio de 2012

PRESENTANDO “ANOCHECER EN EL PUERTO” EN EL PUERTO DE SANTA MARÍA

Anochecer en El Puerto desarrolla la mayor parte de su trama en escenarios muy populares de El Puerto de Santa María.  En lugares como el Hotel Monasterio de San Miguel, la marisquería Romerijo o el Castillo de San Marcos. La razón de situar la novela en  El Puerto es por expresar mi gratitud por unos años profesionales extraordinarios en los que organicé congresos y eventos casi con una frecuencia mensual en los años 90. Conocí a gente excepcional, me sorprendí del pulso vital y de la excelencia de unos profesionales muy comprometidos con el trabajo. No me extenderé más, ya lo expliqué con suficiencia en las muchas entrevistas que tuve con ocasión de la presentación de  la novela en la Fundación Rafael Alberti. Baste saber que es mi forma de darle gracias a El Puerto.
Pero no todo el monte es orégano.
Han pasado quince años desde que dejé el sector del turismo, y no volví a visitar El Puerto en esos años, pero uno nunca olvida las experiencias gratas. Cuando tenía la novela en mis manos, me puse manos a la obra. Llamaría al ayuntamiento, a las bodegas Osborne, a la marisquería Romerijo, convencido de que me recibirían con los brazos abiertos y dispuestos a darme cuanto apoyo necesitara para promocionar el libro. Sólo había una pequeña variable que no tuve en cuenta.
Que no me conocía ni el Tato.
Era un escritor primerizo y, salvo por unos artículos que he publicado en diferentes medios del sector de negocios como el “Expansión, Cinco días, El economista y otros”, no había nada que me diera cierta visibilidad. Y me di cuenta cuando llamé con mi natural entusiasmo al Ayuntamiento de El Puerto y pregunté por el concejal de cultura Millán Alegre.
Estaba reunido.
Le dejé un mensaje. Como pasaron unos días y no me devolvía la llamada le volví a llamar.
Estaba reunido.
Le volvía a dejar un mensaje. Pero esta vez le expliqué a la secretaria o asistente con más detalle el sentido de la llamada, que no era sino anunciarle que había publicado una novela y cuya trama se desarrollaba en su mayor parte en El Puerto de Santa María.
Como pasaron otros días más y no me devolvía la llamada, con mi natural y desbordante entusiasmo volví a llamar.
No estaba. La chica que me atendía el teléfono hasta parecía conturbada. Mi voz, a causa de mi sordera, es grave y nasalizada, por lo tanto algo peculiar, y la chica sabía que era el mismo que había llamado en las ocasiones anteriores.
Seguía reunido. Eché cuentas y llevaba reunido como quince días.
Me vine abajo.
Pero no hay que ceder al desaliento y al día siguiente volví a llamar y ¡sorpresa! fue él quien cogió el teléfono. Azorado por lo inesperado de la situación, me puse nervioso y le explique con gran atropello el motivo de la llamada. Millán reconoció que tenía varios mensajes míos y se disculpó porque no había encontrado el momento de devolverme la llamada. No importa, no importa, le dije aceptando sus disculpas con gran contento mío. Al fin y al cabo, había cogido el teléfono.
Era 29 de marzo, día de la huelga general. En el ayuntamiento sólo estaban los políticos.
No importaba, fuera como fuese, pude hablar con él y explicarle el sentido de mi llamada. Él me atendió con una gran solicitud, me agradeció la perseverancia y me facilitó toda la ayuda institucional posible para que pudiera presentar el libro en El Puerto de Santa María. En unos días nos vimos y puso la fundación Rafael Alberti a mi disposición. Un marco excepcional, de una altura literaria colosal. No podía imaginar un lugar mejor para presentar el libro. Me presentó al gerente de la fundación Enrique Pérez y todo fueron facilidades.
-         Cuenta con todo lo que necesites del Ayuntamiento, menos dinero.
Ya daba por hecho que en estos tiempos de recortes no contaría con nada más  que el apoyo institucional, y siempre que no supusiera el más mínimo desembolso de cantidad alguna.
Con las bodegas Osborne fueron todo facilidades. El director de comunicación Iván Llanza me recibió con cordialidad y amabilidad. Me mostró los escenarios donde se desarrollan algunas de las escenas de la novela, me agasajó con un oloroso y unas tapas, conversamos sobre el libro. Le firme uno con una dedicatoria ininteligible, pese a que estábamos en una sala preciosa y me estaba prestando todo el tiempo que fuera necesario.
Tienes que tener un mejor concepto de ti mismo.
La falta de confianza, de estima personal, hace que tengas sensaciones de que molestas, de que ocupas el valioso tiempo de otros. El asunto de los libros dedicados me puso en guardia. Las escribía tan rápido y queriendo ser tan particular con cada persona a la que dedicaba el libro que me las veía durísimas para leerles lo que yo mismo les había escrito. Y todo por esa puñetera sensación de que, de algún modo, le estás usurpando tiempo o espacio a la persona que en ese momento te presta toda su atención. 
En esta fase del proceso trabajé con el reconocimiento y la humildad. No puedes ser escritor y no reconocer tus logros por pequeños que estos sean. El trastabillar cuando escribía las dedicatorias, la pésima caligrafía, y la precipitación al hacerlo eran la forma en que yo no era capaz de interiorizar el que era uno de mis mayores anhelos: ser escritor. Los nervios y las prisas en aquellas pequeñas menudencias, como la de firmar un libro eran la expresión personal de No me creo lo que soy.
Un desastre. Así no se va a ningún sitio. Volveré sobre este tema.
Iván Llanza me agradeció el libro firmado cuya dedicatoria hube de traducir. Y ya me costó. No solo eso, me dijo que para la presentación del libro contara con unas botellas de fino y de oloroso y unos catavinos para agasajar al público asistente.
Me fui creciendo ante la adversidad. Cuando llegó el día de la presentación había tenido no menos de quince o dieciséis entrevistas (conservo la mayoría) en muchos medios locales: Diario de Cádiz, La Voz de Cádiz, Canal Sur Televisión, Canal Sur Radio, Onda Jerez Televisión, Onda Luz Cádiz, Onda Cero Cádiz, Onda Cero Jerez, Radio Puerto FM, y algunas más. Tan impresionado me quedé del tirón mediático que me encontré con un problema. El Alcalde de El Puerto Enrique Moresco decidió asistir para cerrar el acto. No cabía en sí de gozo por el honor y el espaldarazo que suponía su presencia (de la presentación misma hablaré en otra entrada del blog). Pero tenía de darle cierto bombo a la presentación, y con las mismas llamé a Iván Llanza de nuevo para participarle las novedades mediáticas e institucionales.
-         Oye, Iván, es que el Alcalde va a venir a la presentación y entre hoy y mañana voy a tener un montón de entrevistas. Estamos anunciando la presentación del libro y creo que habría que tenerlo en cuenta.
Iván lo entendió enseguida.
-         Tranquilo, François, me ocupo de ello. Te mando un venenciador con un par de botas.
Eso era justo lo que quería. Que la presentación no quedara deslucida porque hubiera escasez ante una audiencia numerosa.
A la presentación fueron treinta personas. Las conté.
De las treinta, ocho eran del ayuntamiento de El Puerto y acompañaban al Alcalde, dos eran mis suegros que me acompañaron en ese viaje y nunca les estaré lo bastante agradecido, seis eran familiares y amigos del presentador Enrique Bartolomé, conté a otros doce entre amigos míos y sus acompañantes y que no conociera de nada había dos mujeres que venían juntas.
La vida, con sus cosas, te invita constantemente a abandonar lo que tengas entre manos.
Pero no lo hice. Hicimos la presentación, que por cierto fue magistral, la intervención de Enrique Bartolomé fue extraordinaria, pero como he dicho hace un momento, hablaré de la presentación del libro en otra entrada.

2 comentarios:

  1. Me encantó oir esta presentación en directo y me ha gustado volver a leerla. Espero que consigas muchos éxitos con ella aunque sin duda es un gran éxito lo que ya vienes consiguiendo. Espero que mucha gente tenga ocasión de divertirse contigo como ya nosostros lo hacemos.
    Mucha suerte, brother.
    Carmen González

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  2. Gracias, guapísima, me van llegando a través de facebook opiniones muy favorables y entusiastas de la novela. Es un momento dulce, aunque el camino es duro.
    Un besazo enorme,
    François

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